La cultura de la innovación como ventaja competitiva sostenible en el tiempo
Muchas organizaciones consideran la innovación como una ventaja competitiva en el mercado frente a sus competidores, pero no es así, la verdadera ventaja competitiva es la cultura de la innovación.
Y, aunque la innovación es un pilar fundamental, su verdadero valor competitivo no reside en su presencia, la verdadera ventaja reside en el proceso y metodología con la que se logra, en el cómo conseguimos dicha innovación, ya que, solo si la conseguimos desde dentro, será una ventaja competitiva sostenible en el tiempo.
Cualquier organización puede contratar a un tercero para que genere productos innovadores, incluso tus competidores podrían contratar al mismo que subcontratases tú. Por ello, como hemos mencionado, esto no es una verdadera ventaja competitiva.
La verdadera ventaja competitiva reside en ser capaces de generar ese tipo de resultados de manera orgánica. Y la belleza de ello es que la cultura de una organización es imposible de copiar e inimitable.
No podemos copiar los valores de sus empleados, la forma en que interactúan entre sí, ni ese ambiente donde a veces es difícil incluso identificar al líder porque todo fluye con naturalidad.
Esta cultura, donde se celebran incluso las ideas más insólitas o rocambolescas, donde no existe el temor a cometer errores y donde todos se sienten libres para contribuir y cuestionar el status quo, es lo que realmente da a una organización una ventaja competitiva sostenible.
Atraer y mantener el talento es clave.
Las personas que trabajan en estas organizaciones no solo son felices, sino que atraen a otros talentos. Y este talento combinado es el que determina las tendencias. Si analizamos un producto o servicio que se ha convertido en tendencia, descubriremos que siempre ha sido fruto de la combinación de diversos talentos atraídos entre sí.
Las culturas innovadoras se definen por tener líderes que reconocen que no tiene todas las respuestas y valoran las contribuciones de todos en su equipo. Unos líderes que, en lugar de dictar soluciones, plantean desafíos y permiten a su equipo encontrar las soluciones. Esta filosofía puede recordarnos a la época del Renacimiento, a los Medici, donde los líderes consultaban y retaban a los expertos polímatas que tenían alrededor en lugar de dictarles qué hacer.
Una empresa nunca puede ser innovadora si su estructura, su organigrama, en vez de ser renacentista, semejante a un mapa mental en estrella, se parece más a la época medieval, semejante a un organigrama vertical, donde los de arriba tenían el poder y los de abajo se limitaban a ser puros cuerpos ejecutores.
Por tanto, para conseguir llegar a la parte más “renacentista” de nuestra empresa, las organizaciones deben dar tiempo a sus empleados para respirar, reflexionar y explorar. Así como proporcionar los espacios adecuados para la innovación. Y es que el ser humano asocia actividades a espacios, necesita lugares que les transmitan algo, como cuando leemos y vamos a un espacio concreto de la casa o cuando comemos no lo hacemos en el baño. Esta creación de espacios es una de las claves para llegar a la cultura deseada.
Es por ello que, si queremos que nuestras empresas sean realmente innovadoras, debemos centrarnos en crear una cultura que valore la humildad, la curiosidad y el tiempo para la reflexión y el aprendizaje continuo.
En resumen, la innovación no es solo sobre tener un producto o servicio innovador. Se trata de tener una cultura organizacional que permita y fomente la innovación desde dentro. Solo así, las empresas podrán tener una verdadera ventaja competitiva sostenible en el tiempo.
En este sentido, sabemos que las compañías altamente innovadoras cuentan con al menos uno de ellos sólidamente desarrollado y, para conocer su situación, eliminar barreras y evitar conjeturas, es necesario diagnosticar la situación de su cultura en materia de innovación, así como crear planes de acción objetivos, eficaces y maximizar el ratio de éxito en la ejecución de los mismos.
Para diagnosticar la cultura de innovación de las organizaciones, hace más de una década, desarrollamos el diagnóstico InnoQuotient, una herramienta única y basada en un modelo sólido y robusto, validado estadísticamente por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y publicado en el MIT Sloan en 2013, que analiza el liderazgo, el clima y la cultura, dividiendo cada una de estas áreas en bloques. Gracias a este diagnóstico, los directivos de tu organización podrán tomar las decisiones necesarias para crear una cultura exitosa que fomente la innovación en todas sus áreas.
Y, aunque la innovación es un pilar fundamental, su verdadero valor competitivo no reside en su presencia, la verdadera ventaja reside en el proceso y metodología con la que se logra, en el cómo conseguimos dicha innovación, ya que, solo si la conseguimos desde dentro, será una ventaja competitiva sostenible en el tiempo.
¿Qué diferencia existen entre ser innovador y tener una cultura innovadora?
Pongamos un ejemplo: imaginemos una empresa que para innovar subcontrata a, por ejemplo, IDEO, una de las firmas consultoras de diseño más prestigiosas del mundo. El resultado puede ser brillante, y el producto podría convertirse en un gran éxito. Pero ¿hace eso a la empresa realmente innovadora? La respuesta es no.Cualquier organización puede contratar a un tercero para que genere productos innovadores, incluso tus competidores podrían contratar al mismo que subcontratases tú. Por ello, como hemos mencionado, esto no es una verdadera ventaja competitiva.
La verdadera ventaja competitiva reside en ser capaces de generar ese tipo de resultados de manera orgánica. Y la belleza de ello es que la cultura de una organización es imposible de copiar e inimitable.
La verdadera esencia de las organizaciones innovadoras
Es fascinante visitar empresas altamente innovadoras. Uno puede recorrer sus instalaciones, observar sus procesos, incluso analizar los indicadores clave de rendimiento que manejan. Pero, aunque copiásemos todo eso al pie de la letra, hay algo que nunca podremos replicar: su cultura.No podemos copiar los valores de sus empleados, la forma en que interactúan entre sí, ni ese ambiente donde a veces es difícil incluso identificar al líder porque todo fluye con naturalidad.
Esta cultura, donde se celebran incluso las ideas más insólitas o rocambolescas, donde no existe el temor a cometer errores y donde todos se sienten libres para contribuir y cuestionar el status quo, es lo que realmente da a una organización una ventaja competitiva sostenible.
Atraer y mantener el talento es clave.
Las personas que trabajan en estas organizaciones no solo son felices, sino que atraen a otros talentos. Y este talento combinado es el que determina las tendencias. Si analizamos un producto o servicio que se ha convertido en tendencia, descubriremos que siempre ha sido fruto de la combinación de diversos talentos atraídos entre sí.
Pero ¿cómo conseguir una cultura de la innovación?
La respuesta es más profunda de lo que podríamos pensar. Y el principal elemento, la piedra angular, se trata de llegar a un liderazgo humilde.Las culturas innovadoras se definen por tener líderes que reconocen que no tiene todas las respuestas y valoran las contribuciones de todos en su equipo. Unos líderes que, en lugar de dictar soluciones, plantean desafíos y permiten a su equipo encontrar las soluciones. Esta filosofía puede recordarnos a la época del Renacimiento, a los Medici, donde los líderes consultaban y retaban a los expertos polímatas que tenían alrededor en lugar de dictarles qué hacer.
Una empresa nunca puede ser innovadora si su estructura, su organigrama, en vez de ser renacentista, semejante a un mapa mental en estrella, se parece más a la época medieval, semejante a un organigrama vertical, donde los de arriba tenían el poder y los de abajo se limitaban a ser puros cuerpos ejecutores.
Por tanto, para conseguir llegar a la parte más “renacentista” de nuestra empresa, las organizaciones deben dar tiempo a sus empleados para respirar, reflexionar y explorar. Así como proporcionar los espacios adecuados para la innovación. Y es que el ser humano asocia actividades a espacios, necesita lugares que les transmitan algo, como cuando leemos y vamos a un espacio concreto de la casa o cuando comemos no lo hacemos en el baño. Esta creación de espacios es una de las claves para llegar a la cultura deseada.
Es por ello que, si queremos que nuestras empresas sean realmente innovadoras, debemos centrarnos en crear una cultura que valore la humildad, la curiosidad y el tiempo para la reflexión y el aprendizaje continuo.
En resumen, la innovación no es solo sobre tener un producto o servicio innovador. Se trata de tener una cultura organizacional que permita y fomente la innovación desde dentro. Solo así, las empresas podrán tener una verdadera ventaja competitiva sostenible en el tiempo.
Los 6 bloques de una cultura innovadora
Las culturas innovadoras se basan en 6 bloques que, a priori, pueden parecer abstractos, pero que están vinculados de forma dinámica: Recursos, Procesos, Valores, Conductas, Clima y Resultados.En este sentido, sabemos que las compañías altamente innovadoras cuentan con al menos uno de ellos sólidamente desarrollado y, para conocer su situación, eliminar barreras y evitar conjeturas, es necesario diagnosticar la situación de su cultura en materia de innovación, así como crear planes de acción objetivos, eficaces y maximizar el ratio de éxito en la ejecución de los mismos.
Para diagnosticar la cultura de innovación de las organizaciones, hace más de una década, desarrollamos el diagnóstico InnoQuotient, una herramienta única y basada en un modelo sólido y robusto, validado estadísticamente por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y publicado en el MIT Sloan en 2013, que analiza el liderazgo, el clima y la cultura, dividiendo cada una de estas áreas en bloques. Gracias a este diagnóstico, los directivos de tu organización podrán tomar las decisiones necesarias para crear una cultura exitosa que fomente la innovación en todas sus áreas.